ARMAS BLANCAS
Hay muchas personas que a las armas blancas les tienen una especial aprensión. El hecho de que sean esgrimidas hacia ellos les causa un gran desconcierto, bloquea sus mecanismos de reacción e imposibilita su defensa ¿Quién no ha oído alguna vez la frase “prefiero mil veces verme ante una pistola que ante una navaja? Se ignora el porque de esta muy general opinión. Tal vez sea por la creencia de que son sus efectos mas sangrientos que las armas de fuego, o por la necesidad de que nuestro agresor se aproxime a nosotros y de esta forma sentir su proximidad, su olor, su intención y esto crea una mayor impresión de peligro. Lo cierto es que prácticamente por esta ultima razón, su grado de peligrosidad es variable y diferente al de las armas de fuego ya que con ayudas improvisadas o a “mano limpia” permiten una razonable posibilidad de supervivencia para el que por desgracia se ve en la necesidad de afrontarlas, siempre que conozca las técnicas adecuadas y tenga la preparación emocional y mental suficiente para intentar ejecutarlas. También no es menos cierto que su uso es indiscriminado. Han sido, las armas blancas, de siempre el arma del pueblo. El jefe, el noble o el caballero usaban la espada, sus vasallos y servidores se servían del puñal o la daga. Quizás, por esta causa, por haber estado el hombre durante siglos acosado por su latente amenaza, existan determinados individuos, como antes decíamos, ese pánico incontrolado. En cualquier caso, a su evidente peligrosidad, cabe anteponerle en caso de absoluta necesidad una depurada técnica de defensa que no contenga errores de base y que este perfectamente dominada en base a un adecuado entrenamiento psicofísico. Respecto a los errores que cabe cometer, uno fundamental es olvidar que las armas blancas suelen cortar y pinchar. Otro es intentar realizar técnicas de defensa que nos obliguen a “entrar” dentro del propio ataque para neutralizarlo. Otro ejemplo es el descuidar el control de la mano armada o el omitir el desarme final de nuestro agresor, pese a que aparentemente haya quedado totalmente inerme. Así, respecto al primero, veremos que si en un ataque de arriba-abajo actuamos bloqueando el ataque con nuestro antebrazo, pudiera suceder que el agresor al ver detenido su golpe, reaccionara “encadenado” su fallido movimiento con una atracción del arma hacia si que por el filo de esta podría cortar nuestro músculos flexores y extensores del antebrazo. Si el ataque fuera de abajo-arriba podría suceder exactamente lo mismo, en cuanto a la reacción del agresor, ahora aun mas fácilmente y con peores consecuencias, ya que los órganos afectados serian tendones y vasos sanguíneos. Por tanto, este punto debe ser especialmente cuidado y junto con los otros errores señalados ser tenido siempre en cuenta ya que simplemente y llanamente lo que esta en juego es nuestra propia vida.
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